#Hoysupe sobre la Independencia que forjó una mujer desde la cama.

A ver amigos, vamos a detenernos por un momento, creo que a algunas esposas de políticos les hace falta que les dé una buena lección.

Les diré mi nombre, agarren aire para pronunciarlo de corrido: María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias, algunos me decían la Nacha Rodríguez aunque era más famosa por La Güera Rodríguez, y créanme soy la prueba clara de que las rubias no somos tontas y si, que muchos caballeros las prefieren rubias.

Esposa de tres, viuda de dos pero amante de muchos, y ¿qué culpa tengo yo? si fui dotada con una belleza especial para mi época, decían que mis ojos azules y mi pelo dorado con rizos era cautivador. A otros, al ver mi cuerpo perfecto los hacia tener los más impuros pensamientos, pero la verdad, no era solo eso, era mi inteligencia para moverme y saber usar mis atributos.

Por ahí dicen que entre mis piernas pasaron personajes muy famosos, entre ellos Simón Bolívar cuando tenía apenas 16 años y visitaba México, yo tenía unos años más que él, ese romance no aclararé si fue consumado, los dejaré con el morbo, sólo les diré que me aseguré que nunca me olvidara. Otros dicen que me la pasaba re-cogiendo flores con el Alexander von Humboldt, sí, el científico famoso, pero la verdad si Alex viviera en estos días, andaría muy feliz celebrando el matrimonio igualitario, lo que si puedo confesar es que me eché a varios obispos, ellos decían que necesitaban saber detalle de mis pecados, y yo… yo necesitaba obtener la absolución, ja.

Les platico un poco de mi vida. A los 16 me agarraron en el faje con mi novio José Jerónimo López y el Virrey nos mandó casar, él creía que sólo así dejaría de ser una tentación. Después José se enteró que tuve aventuras con José Beristaín y quiso divorciarse, pero como la corte no hizo caso, trató de matarme, pobre de él ya que fue a parar a la cárcel y murió antes de que nos concedieran el divorcio.

Me volví a casar con Mariano Briones, el pobre estaba tan enamorado de mí, a pesar de sus 70 años trataba de ser conmigo un joven de 20, pero poco le duró el gusto y varios meses después murió. Aunque no lo crean, me hizo un hijo. Los familiares dijeron que mi embarazo era una farsa para quedarme con la herencia y que conseguiría un bebé para hacerlo parecer mío. ¡Claro que una mujer como yo no iba a permitir semejante acusación! Así que al llegar el momento del parto mandé a traer seis hombres de reputación respetable y los obligué a pararse frente a mi mientras una partera hacia su labor. ¡Faltaba más!

He de decir que nací en una familia de buena posición económica y mis dos maridos me habían dejado muy buena herencia. Claro que desde que supe del movimiento de Independenciame encantó la idea, ¡yo tenía que participar! Así que empecé a organizar los famosos Saraos, fiestas en las que ofrecía chocolate, dulces, licores, invitaba a toda la crema y nata de la sociedad y a través de uno de mis invitados le enviada dinero al cura Hidalgo para financiarlos, me agradaba la idea de un México independiente.

La Güera Rodríguez

La Güera Rodríguez

Algún chismoso delató que yo participaba en la Conspiración de la Profesa y por eso la Santa Inquisición me llamó a juicio, ja, eso me hizo lo que el viento a Juárez: ¡nada! Le sabía suficiente secretos a muchos y tenía muy buenos contactos así que puedo presumir que soy de las pocas que salió viva de un juicio de la Santa Inquisición. Los muy ilusos me mandaron a un destierro temporal a Querétaro, já, fue lo mejor que me pudo pasar porque así estaría más cerca de los conspiradores y más lejos de los chismosos de la Corona.

Tenía yo tanta influencia que tuve acceso a documentos importantísimos, entre ellos la carta que Fernando VII envío al Virrey de Apodaca, ellos necesitaban un hombre que encabezara el ejército realista y yo tenía al hombre perfecto: Agustín de Iturbide. Y así fue, convencí a Iturbide de aceptar el cargo y ya en el poder lo asesoré para que negociara con Vicente Guerrero y así lograr (¿o puedo decir “logré”?) la consumación de la independencia.

Y aquí viene algo que escandalizó a muchos, y yo lo disfruté tanto: el 27 de Septiembre de 1821el Ejército Trigarante haría su entrada a la ciudad hasta llegar al palacio del Virrey. La ruta estaba trazada, pero ya saben, jalan más un par de nalgas que un par de bueyes y en este caso solo basté yo, Ignacia Rodríguez. Mi querido Iturbide desvió el desfile para pasar por mi casa en La Profesa, donde yo, ataviada como siempre con toda mi elegancia, contemplaba el desfile desde mi balcón. Iturbide detuvo el desfile y subió hasta mi balcón, donde se quitó una de las plumas de su sombrero y me la regaló. Yo acostumbrada a galanteos no me sorprendí, la acepté y la coloqué entre mi pecho, si, donde tanto tiempo le gustaba pasar y donde olvidaba las presiones de sus batallas.

El resto de la historia ya la saben, el naciente México no conocía otra forma de gobierno que no fuera el imperio y nombraron a Iturbide emperador. Después no les gustó la idea y el 19 de julio de 1824 lo fusilaron.

Ninguna calle lleva mi nombre, ninguna escuela se llama como yo, los libros de texto no me mencionan, el México que tanto quise me esconde, mujeres como Leona Vicario y La Corregidora me quedan cortas, fui más arriesgada que ellas y no le anduve cobrando después al Estado el dinero que aporté, como lo hizo la Leona. Parece que ante la sociedad mi mayor pecado no fue haberle dado vuelo a la hilacha, sino haber sido parte de una conspiración.

Estoy en la memoria de quien debo estar, mis amores los disfruté y mi belleza la supe manejar, se me concedió el don de pasar mi vejez con tranquilidad. Y den gracias a Dios que no fui eterna, si no a estas alturas ese Donald Trump estaría comiendo de mi mano y lo habría convencido de aceptar a los latinos, Obama estaría regresando el territorio texano y a cierto presidente, tal vez ya lo habría convencido de renunciar. No necesité ningún título o cargo político, el mayor poder es el que se ejerce detrás del poder, ese, ese lo tuve yo.

Y bueno si entre los lectores de esta nota anda alguno de mis descendientes, por favor compórtense con altura, recuerden que tuvieron mucha abuela. Acuerdense, las chicas buenas van al cielo, las malas… las malas movemos el mundo 😉