#hoysupe sobre la madre de la enfermería moderna: Florence Nightingale
A que no te imaginas que la enfermería nació en mis manos, en las manos de una joven en la que sus padres no creían y tenían encerrada en una burbuja de cristal.
Me crié en Florencia en una vida que muchos considerarían privilegiada, tenía absolutamente todo lo que una niña podría desear.
Todo iba bien hasta que un día al cumplir 17 años mi mundo se volcó. Me dí cuenta que algo me faltaba, era inminente el conflicto que tenía entre mis deseos de vocación y los placeres de la vida social que tanto disfrutaba.
Mis padres nunca aceptaron mis gustos por las ciencias duras, hasta el punto de horrorizarse cuando les confesé que la enfermería era mi vocación.
Hasta que tras largas y fuertes peleas contra la resistencia de mi padre, me convertí en enfermera.
Recuerdo que era otoño de 1853 cuando la Guerra de Crimea estalló y mi vida cambió completamente.
Sidney Herbert me pidió que ayudara como superintendente de un hospital en Londres. Instruí a muchas mujeres, padecí, lloré y me afligí durante la guerra, mientras los suministros escaseaban y la gente moría. Pero nunca dejé de atender, nunca dejé de preocuparme por los demás, pues creía firmemente que las enfermeras teníamos una oportunidad única para progresar espiritualmente y descubrir la naturaleza de Dios mediante el aprendizaje de sus “leyes de la salud”.
Pese a que todo estuvo en mi contra, nunca me di por vencida.
Todo el tiempo me repetía “Florence lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos con el”.
Viví el resto de mi vida bajo esta frase, logrando mi más grande sueño y convirtiéndome en una pionera de la enfermería, un símbolo de esperanza y luz para todos los enfermos. Llamándome así “la dama del candil”.
Hoy quiero que tomes lo que la vida te da y seas agradecida, pero no te conformes, forja el destino que tú quieres, construye esa vida que tanto anhelas y nunca te des por vencido.