#hoysupe que Maximiliano pudo haber tenido un destino diferente al que conocemos… ¡En El Salvador!
Hace mucho tiempo en El Salvador vivió un enigmático personaje que se hacía llamar Justo Armas, pero su llegada al país fue tan misteriosa como su vida misma. Se dice que era una persona muy culta y educada, de habla alemana, elegantemente vestido, aunque siempre andaba descalzo. Su presencia en la alta sociedad salvadoreña de la época era notoria. Poseía un extenso conocimiento de la aristocracia europea y asuntos de la corte, especialmente los de Austria y hablaba varios idiomas. Estableció un elitista servicio de banquetes en donde ofrecía exquisita comida, bebida y servicio de meseros para eventos de alto nivel, esto incluía el uso de vajillas y cubiertos lujosos, de los que poseía una considerable existencia. Y muchos habían visto el sello imperial de Maximiliano de Habsburgo en ellos. Él decía que andaba descalzo por una promesa a la virgen, ya que lo había salvado de morir de un naufragio, no ahondaba mucho en detalles solo se limitaba a decir que después del naufragio fue adoptado por una familia mexicana de apellido Armas y de allí tomó su apellido. Nunca quiso decir quién era en realidad y evitaba hablar del tema.
Es lógico que debido a todas estas virtudes y misterios, llamara mucho la atención y a su alrededor se tejieran muchas leyendas, entre las que se encontraba la de que él era Juan Salvador José de Habsburgo, sobrino del Emperador de Austria Francisco José y de Maximiliano I, Emperador de México; otra leyenda decía que era Rodolfo de Habsburgo, el heredero de la corona austríaca; y otra más de que era en realidad su Alteza Imperial, príncipe de Hungría y Bohemia, archiduque de Austria y Emperador de México, Fernando Maximiliano José de Habsburgo y Lorena.
El archiduque Otto de Habsburgo visitó El Salvador en 1950 para conocer, según él, al legítimo heredero del trono imperial austro-húngaro, él pensaba que don Justo era en realidad Salvador José de Habsburgo. Pero la leyenda de que don Justo era él se descarta porque la primera confirmación de que Justo Armas está en El Salvador se tiene en junio de 1971 cuando donó 5 colones para las fiestas del divino Salvador del Mundo y sale en el diario oficial, por lo que se piensa pudo haber venido a finales de 1867-1870. A Juan Salvador lo vieron por última vez en julio de 1890 cuando iba rumbo a Valparaíso, Chile. Y tampoco pudo haber sido Rodolfo, puesto que él se suicidó y lo encontraron muerto junto a su joven amante María Vetsera el 30 de enero de 1889. Ambas fechas no coinciden con la del señor Armas, solo una, la de Maximiliano de Habsburgo.
El arquitecto Rolando Deneke ha hecho una investigación exhaustiva para saber exactamente lo que pasó ese 19 de junio de 1867 en Querétaro, en el famoso Cerro de las campanas donde Benito Juárez mandó a fusilar a Maximiliano. Según él, hubo demasiadas inconsistencias como que mandaron a llamar a soldados que no conocían a Maximiliano, que el acto de fusilamiento iba a ser público, luego lo hicieron privado y no quedó registrado, etc. Ha reunido muchas evidencias que apuntan a que Benito Juárez perdonó finalmente la vida de Maximiliano, quien ya había aplazado dos veces su fusilamiento. Y que en cumplimiento de un pacto sagrado entre masones (quienes no se pueden matar entre ellos y ambos eran masones) Maximiliano se exilió a El Salvador y fue en busca del capitán general Gerardo Barrios (también masón) para que le ayudara, entonces se sumergió en el anonimato haciéndose llamar Justo Armas, y se convirtió en uno de los más grandes mitos de la historia reciente, una historia sin duda apasionante.
Algunos de los hechos extraños que cuestiona el Arq. Deneke es ¿por qué no hay una fotografía del fusilamiento? La fotografía ya existía y era un personaje importante, el hecho de que no haya ninguna foto, es algo sumamente raro. Y cuando el emperador Francisco José de Austria mandó a pedir los restos de su hermano, le mandaron una fotografía. Por supuesto, no conformes siguieron insistiendo y les mandaron otra fotografía diferente de la primera. El cuerpo fue entregado seis meses después de la supuesta ejecución y el cadáver que llego a Austria no tenía ningún parecido a Maximiliano. Juzguen por ustedes mismos. Por supuesto la madre dijo: “Este no es mi hijo”, creo que todos podemos verlo. Es natural, normal y elemental que uno se pregunte: ¿De verdad, era en realidad Maximiliano el que estaba muerto… bien muerto en esa fecha? Solo la fotografía genera serias dudas y muy razonables diría yo. La fotografía es una prueba irrefutable. Los testigos se pueden comprar, y más, tratándose de un hecho tan delicado. Nadie niega que había intereses de por medio.
La respuesta del Gobierno mexicano con respecto al cuerpo enviado fue completamente inverosímil, les dijo que los ojos se dañaron porque el cadáver había caído en un río y tuvieron que arrancarle los ojos y ponerle unos de vidrio negro, además de embalsamarlo dos veces. Pero las facciones son completamente diferentes, más parece la de un hombre mexicano. Con solo ver la fotografía se sabe que no es él. Luego el Gobierno de Austria ya no dijo nada. ¿Sera que sabían del verdadero paradero del Emperador? Porque de otro modo, no se hubieran quedado callados.
El arquitecto Deneke mandó a hacer estudios craneofaciales con la doctora costarricense Roxana Ferlini y dio el 95% de probabilidad, ya que al seleccionar verticalmente y horizontal las fotografías de Justo Armas y Maximiliano y superponerlos, el nivel de coincidencia es asombrosa. Juzguen por ustedes mismos.
También se hicieron pruebas grafológicas, comparando escritos hechos por Maximiliano y don Justo Armas y dio por resultado que eran documentos escritos en diferentes épocas por la misma persona cuando era joven y cuando era mayor.
El parecido entre don Justo Armas y el Emperador Francisco José es notable.
El último testamento de don Justo decía que tenía una bodega de vinos de la mejor calidad, una bodega de reliquias históricas y objetos arqueológicas, un cuarto de sillas vienesas y adornos de sala, una bodega de champaña, 100 mesas de diferentes formas, un cuarto de cristalería, palanganas, platos, cubiertos, todo exclusivo para servicio de banquetes . Un apartamento con floreros y cuadros etc. Un apartamento donde guardaba una vajilla de plata para mil personas con todo y cubiertos, etc. Y muchas más cosas. Deneke comenta: “Ningún naufrago con un nombre tan inusual se presenta descalzo a la casa del canciller y vicepresidente de la República y logra que este lo reciba y lo presente con lo más distinguido de la sociedad en 1870. Si en realidad hubiera sido un náufrago, lo primero que se habría ido al fondo del mar es la vajilla de plata para mil personas”. Todas estas pertenencias según Deneke, debieron entregárselas después de su llegada al país.
Yo me pregunto ¿cómo es que don Justo Armas tenía cubiertos que pertenecían a Maximiliano de Austria?. El Arq. Deneke viajó a la casa Christofle en Francia, donde hacían los cubiertos para la realeza europea y le prestó los cubiertos a María Escalón de Nuñez, quien los había heredado del General Escalón para que ellos lo analizaran. Y también llevaba un juego de cubiertos similar que él mismo había comprado a un coleccionista en Mexico y la casa Christofle armó un revuelo porque se los querían comprar y el curador del museo de la casa Christofle dijo que ambos juegos de cubiertos pertenecían al mismo juego que ellos habían hecho a Maximiliano y Carlota en Francia. Con lupa se ve grabada la fecha 15 de mayo de 1867. La misma fecha cuando Maximiliano cae prisionero en México.
Como pueden ver, hay muchos hechos interesantes y comprobables en fotos, no inventos. Por último, hay una testigo que cuando ella era jovencita había recibido clases de etiqueta con don Justo. Su padre era dueño del hotel Nuevo Mundo, don Alexander Porth, originario de Alemania. Ella era doña Fe Porth de Rodriguez. Y dice que durante la Primera Guerra Mundial vinieron dos embajadores de Austria al hotel de su padre buscando a Justo Armas. Hasta la tercera ocasión los atendió como dicta la etiqueta y se fueron directametne al cuarto donde se hospedaba. Eso extrañó a doña Fe, porque no se quedaron en la sala y se fue a oír detrás de la puerta y escuchó toda la conversación en alemán, ella lo entendía perfectamente porque su padre lo hablaba. Esto se lo contaba ella a su familia y amigos. Y dice que los embajadores le dijeron a Don Justo: “Hemos venido con el único propósito de llevarlo a usted con nosotros a Austria, su hermano Francisco José está enfermo. Es necesario que nos vayamos cuanto antes”. Y don Justo respondió: “La persona a la que ustedes se refieren (no les dijo mi hermano) es precisamente la que me hizo firmar en contra de mi voluntad un pacto en el que yo y mi descendencia renunciábamos al reinado. Yo soy un hombre viejo, estoy cansado y lo único que quiero es que me dejen en paz”.
Rolando Deneke corroboró esta historia con la familia Rodriguez Porth y yo también. Doña Fe lo contó a su familia y amigos porque le pasó, ella no tiene por qué mentir y tampoco gana nada por hacerlo. Pienso que ella dijo la verdad.
Don Justo Armas murió el 29 de mayo de 1936 y está enterrado en el cementerio de los Ilustres en San Salvador.
¿Será posible que la historia tenga que ser reescrita? Sería bueno hacer las pruebas finales de ADN para corroborarla.
Esta es la fotografía de la mascarilla mortuoria de Maximiliano de Austria que está en México. ¿No opinan que se parece demasiado a don Justo Armas?
-Abigaíl Suncín
Escritora salvadoreña. Autora del libro La Rosa que cautivó al Principito (2002) y sobrina-nieta de Consuelo Suncín.