Recuerdo una vez mientras caminaba por las calles de Londres, con miles de paparazzis rodeándome y las calles llenas de gente que quería saludarme, había una señora que llamó mi atención, una abuelita para ser exactos.

Estaba sentada afuera de una de las tiendas más elegantes de Londres. Ella aparentaba ser de bajos recursos.

Lo que me atrajo fue que se reía de algo, pero no entendía de que. Opté por acercarme.

-Disculpe, ¿puedo preguntar de qué se ríe?- pregunté.

-¿Ves esos niños jugando por allá? ¿Y las palomas volando? De eso me reía.

-Pero ¿qué tienen de risa?

-No es una risa de diversión princesa, es de alegría, alegría de ver la naturaleza y la vida en su máximo esplendor.

-Ah entiendo, una pregunta más, ¿necesita comida y ropa? ¿La puedo ayudar en algo?

-Ay mi niña, te lo agradezco pero no. ¿Sabes en qué si me puedes ayudar? En entender el mensaje que te acabo de dar.

-¿Cuál mensaje? ¿El de las palomas y los niños?

-Si. Estamos acostumbrados a ayudar a los demás con objetos o cosas materiales, olvidando la esencia de la acción. Te agradezco me quisieras dar ropa y comida, pero me diste un mejor regalo: escucharme. A veces las personas no necesitan una caridad material, necesitan caridad sentimental: amor, comprensión, o que solo los escuchen. Yo me reía de unas palomas y niños, pero realmente me gozaba de la libertad de esos pequeños animales al volar y de la alegría de los infantes con solo jugar, no necesitaban de más. Utiliza tu poder para que la gente recuerde ese lado humano y sentimental que todos tenemos.

Después de escuchar a la señora, le agradecí sus palabras y me retiré. Iba pensando en todo lo que me dijo, hasta que logré entenderlo.

Decidí que no sería una princesa común que se entretenía en los eventos sociales y figuraba como parte de la realeza sin hacer nada.

Mejor le enseñaría a mis hijos lo que era el amor, hacer presencia en sus vidas; visitaría tantos hospitales y centros de caridad pudiera, pondría mis sentimientos antes que los estereotipos, y escucharía a los enfermos si así quisieran.

Sin querer, me volví en la princesa del pueblo.