Hoy vamos a hablar de uno de los más grandes genios y compositores solitarios de todos los tiempos… Y algo más importante, es que él ha sido la figura central de la música clásica durante más de 100 años.

Estamos hablando nada más y nada menos que de Ludwig Van Beethoven.

Encabeza junto a Mozart y Haydn el periodo clásico, pero Beethoven tomó de la mano la música y la llevó del clasicismo al romanticismo, época que se caracterizó por darle mayor importancia a la expresión de sentimientos.

Ocasionalmente es mencionado como parte de las tres “B”: junto con Bach y Brahms.

Ludwig compuso obras en una variedad de géneros y para una amplia gama de combinaciones de instrumentos. Sus obras para orquesta incluyen 9 sinfonías, la novena incluye coro. Y también compuso una docena de piezas de música “ocasional”, nueve conciertos para uno o más instrumentos solistas y orquestas, así como 4 obras que incluyen a solistas acompañados de orquestas y Fidelio es la única ópera que escribió.

Y ahí no se acaba, también compuso un amplio repertorio de obras para piano, entre ellas 32 sonatas y muchas obras cortas para violín, violonchelo e incluso corno francés.

Ludwig Van Beethoven nació en Bonn, Alemania, en la supuesta fecha del 16 de diciembre de 1770, pero el único registro de esto es el de su bautizo, que fue el 17 de diciembre de ese año. En ese tiempo, en la tradición católica, los niños se bautizaban un día después de su nacimiento, por eso se atribuye su cumpleaños un día antes.

Era el mayor de los tres hijos de Johann Beethoven y su mamá, María Magdalena, y como la mayoría de los músicos de ese siglo, provenía de una familia prestigiada de músicos. Su abuelo fue quien se estableció en Bonn al aceptar un puesto de cantante de coro, y su padre, Johann, también era músico y cantante.

Beethoven aprendió música desde muy chico con su papá en la casa familiar, pero el señor era tan estricto y duro con él, que le exigía aplicarse sin descanso. Su propósito era hacer de su hijo un músico capaz de aportar dinero al hogar lo antes posible.  El papá se había abandonado en el alcohol y su carácter se volvió muy violento, su sueldo ya no era suficiente para la manutención de la familia. Entonces al comprobar las asombrosas y cada vez mejores cualidades de Ludwig en la música, le nació otra ambición: Exhibirle como un niño prodigio.

Quince años antes de ese tiempo, el maestro de la capilla del príncipe arzobispo de Salzburgo, Leopoldo Mozart, había cosechado como lo escucharon en el episodio de Mozart, grandes éxitos y honores presentando a su pequeño hijo. Wolfang Amadeus ya era famoso en las principales capitales de Europa y toda Alemania. Y al ver este ejemplo, el papá de Beethoven no dudaba en hacer lo mismo con su hijo.

Por eso fue formado en una academia de músicos  y dio su primer concierto a los 7 años en 1778, pero su éxito empezó a cosechar frutos a partir de su adolescencia.

Pronto tuvo otros maestros como el compositor y director de orquesta Christian Gottlob Neefe. Con él también se instruyó en filosofía.

Con solo 11 años, en 1782, Ludwig van Beethoven estrenó su primera composición: Nueve variaciones sobre una marcha de Ernst Christoph Dressler. De él se decía que podría ser el próximo Mozart.

Gracias a su maestro, Neefe, el joven Beethoven fue contratado en la corte del príncipe de Colonia. En este puesto tuvo la oportunidad de aprender de los mejores y de codearse con la élite alemana.

A los 16 años, Beethoven visitó por primera vez la ciudad de Viena, cuando Mozart ya era un consumado y reconocido músico y compositor. Fue ahí en 1787 cuando los dos grandes genios se conocen. Según la creencia popular, Mozart advirtió del increíble talento del alemán, aunque no hay documentos que lo afirmen.

Ludwig tomó las riendas de la familia y se convirtió en el principal sustento económico de sus dos hermanos pequeños. Durante cinco años, dio clases de piano y tocó en una orquesta en Bonn.

En 1792, falleció su padre y volvió a viajar a Viena.

En los años de 1790, la música ocupaba un lugar cada vez más creciente en la aristocracia vienesa y entonces en esos años, Beethoven se fue a Viena, con un solo objetivo: convertirse a como dé lugar en un compositor único y distinto a todos los que había habido hasta entonces.  En esos años, tenía la finalidad de estudiar con Joseph Haydn, pero a pesar de mantener una relación cordial y de llevar bien las lecciones, la relación entre ellos se empezó a agrietar y se comenzaba a notar el característico difícil y mal carácter de Beethoven.

Según los relatos, todo sucedió al momento en que en una de sus primeras composiciones “Tríos para piano”  de Ludwig, Haydn sugirió que incluyera la frase “alumno de Haydn” debajo de su nombre para obtener ventaja de la considerable fama de Haydn, en general hay una fuerte evidencia de la buena voluntad de Haydn, incluido de llevarlo a su viaje a Londres, pero Beethoven al parecer lo tomó de mala manera y se enfureció y dijo que aunque había recibido instrucciones de Haydn, nunca había aprendido nada de él.

A pesar de ello, mantuvieron una buena relación. La alta y buena reputación con la que ya contaba Haydn, hizo ver a Beethoven como el malo de la historia, pero Haydn siempre ensalzó y admiró al que fuera su alumno, en un corto tiempo.

Pero en sus últimos años, Beethoven, se refería a Haydn con términos de admiración y reverencia considerándolo al mismo nivel que Mozart y Bach.