#hoysupe que para entender a Marco Aurelio, hay que entender su contexto.

 

Y esto empieza en Atenas.

Imagínate ser un ateniense en la época del Imperio romano de Marco Aurelio. Tal vez pienses que todo era hermoso porque no había empleos, te levantabas a la hora que quisieras, ibas al teatro y por las tardes te dedicabas a la escultura o a matar algunos bárbaros por la tarde. Pero probablemente estarías en una “depresión” grandísima. 

Me explico: Atenas era un pequeño pueblo donde podías participar en muchas actividades, si eras un hombre libre, que otras ciudades no tenían. Ser ateniense significaba ir al ágora a opinar sobre el futuro de tu ciudad porque tu gobierno es democrático, no dependen de ningún otro Estado para funcionar, y para rematar, los dioses aman Atenas. Es decir, vives para Atenas. Primero eres ateniense, después eres tú. Atenas se bañaba en orgullo de su autonomía. De admirarse, ¿cierto? 

Pues bien, todo esto cambia con un chico muy atrevido llamado Alejandro Magno. Wow, wow, wow. ¿Pero no que es un héroe y ejemplo a seguir? Sí y no. Parece una tarugada lo que estoy diciendo pero vas a ver que tiene sentido. Mira, puede ser héroe porque formó un gran imperio y logró unificarlo. Lo malo es que murió tan rápido y pronto que no le dio tiempo para ordenar nada. 

Total, que después de mucho alboroto, ese imperio se lo quedó Roma. Y en ese imperio estaba Atenas. Pero… ni Alejandro ni los romanos destruyeron Atenas, como lo hicieron con otras ciudades, de hecho, admiraban mucho esa cultura. Así que no le tocaron ni destruyeron nada. Sólo había una condición: que las decisiones políticas y religiosas ya no se tomarían en Atenas, sino en Roma. Enviarán a un gobernador elegido por la asamblea romana para que cumpla los deseos romanos en Atenas. Parece nada pero te quitaron todo 

La pregunta que te haces como ateniense es: ¿y ahora qué hago? 

¿Quieres votar? Ve a Roma. ¿Los dioses? Roma ofreció un mejor contrato. ¿Y el teatro? Hay algo mejor en Roma: Coliseos. Ahora ser ateniense ya no significa nada. ¿Qué sentido tiene la vida si todo lo que te definía como ateniense se ha ido? ¡No pos ya nos cargó el payaso! 

En resumen, la política ya no es lo mismo. La religión se corrompió. Lo que me definía dejó de existir. Eso en el siglo XXI ya no pasa. La religión es confiable y la política es más transparente que el agua. Pero uno como ateniense de esos años estaba amolado y deprimido. En esos momentos de crisis, tú y toda Atenas se dan cuenta que no saben cómo ser felices. 

Así surgen diferentes escuelas filosóficas que tratan de dar respuesta a esta desesperación bárbara por satisfacer el corazón griego. Nacen los cínicos, quienes desprecian cualquier cosa, hasta la ropa y cubetas, para vivir como perros, pues ven que un perro vive más feliz que un humano. Sin posesiones y sin prejuicios. 

También nace Epicuro, y nos dirá que la felicidad es la ausencia del dolor. Y formara una comunidad hippie donde todos son amigos, con mucha comida y sexo. Por eso no es tan famosa. 

Y en medio de estos dos, el estoicismo. No hay que vivir como perro pero tampoco como un epicúreo. Ser feliz es vivir conforme a la lógica. No preocuparse por lo que no podemos cambiar, y como lo único que puedo cambiar es a mi, pues en eso hay que enfocarnos. Marco Auerlio entra aquí, en esta escuela. Aunque él no era ateniense y ya habían pasado algunos cuantos años de la muerte de Alejandro, Marco Aurelio sentía ese mismo vacío que un ateniense. En sus Meditaciones parece que él no quería ser emperador, quería dedicarse al estudio y a la filosofía. Pero tenía un deber con Roma. Pero ese deber lo hacía infeliz. Ni el poder ni la religión lo satisfacen. 

Como emperador, al igual que Nezahualcóyotl, busca aquello que satisfaga su corazón. No son las grandes comidas, ni los trajes púrpuras. Tampoco el poder y un gran ejército a sus ordenes. Todo eso es pasajero, pues nada permanece, todo cambia. ¿Qué satisface el corazón de un emperador filósofo? Busca la respuesta en su libro Meditaciones y me cuentas qué es.

 

Por Yared Domínguez.