#hoysupe de la grandeza de Cleopatra y toda mujer.
“El encanto de su presencia era irresistible, y había una atracción en su persona y su habla, junto con una peculiar fuerza de carácter, que impregnaba cada una de sus palabras y acciones, y que atrapaba bajo su hechizo a todos los que la trataban. Era un deleite oír siquiera el sonido de su voz, con la que, como un instrumento de muchas cuerdas, ella podía pasar de una lengua a otra”.
– Plutarco
Se han contado innumerables historias sobre mi enigmática vida mientras se sigue especulando sobre el origen de mi grandeza: la mayoría cree que mi encanto residía en la belleza física, otros dicen que en mi capacidad seductora.
Conquisté los pensamientos de dos emperadores romanos. Ilusos ambos, creyeron que podían controlarme pero fallaron en el intento y la verdad es que fue mas fácil de lo que parece.
Luego de ser desterrada de Egipto por mi hermano Tolomeo XVI, me presenté ante Julio César haciendo un despliegue mágico que evocaba en sus deseos la gloriosa imagen de Venus. No tenía escapatoria, mi personalidad logró encantarlo al momento de escuchar mis palabras. Esta astucia me reinstaló en mis poderes.
Otro día me le presenté como Isis para después darle unos momentos de distancia, generándole la necesidad de tenerme, provocándole que me extrañara, que deseara la coincidencia de nuestros tiempos.
Después de ser asesinado puse los ojos en Marco Antonio. Repetí la formula mitológica y lo envolví en misterio. Vivimos muchas anécdotas hasta que se suicidó cuando me creyó muerta.
La poética leyenda cuenta que otorgué el privilegio de mi muerte a una serpiente, la ciencia dice lo contrario. La verdad es que ambas están equivocadas y lejos de descifrar un misterio que no merece ser revelado.
En las películas me has visto como la majestuosa joven de espectacular hermosura, pero no era así, basta un vistazo a la historia para desmitificar esta idea. Mi secreta grandeza consistía en dominar el arte del misterio.
Tenía la habilidad de transformarme en deidad ante los ojos de quienes me veían, logrando encarnar diferentes diosas mitológicas. Mis palabras no eran al azar, las pronunciaba con un encanto que mis oyentes quedaban perplejos, al punto que a veces no recordaban lo que decía sino como lo decía.
Lograba generar tributos, detonar batallas, expediciones, fiestas y cualquier tipo de experiencia con un toque dramático y mucha energía. Era inevitable que el mundo cayera rendido y me adorara.
Fue así como pude regresar a Egipto y gobernar por 20 años, a pesar que mi destino estaba en el exilio.
Una mujer, así sea la mas hermosa del mundo, debe crear experiencias y misterios, nuestra grandeza está en la combinación de nuestro espíritu, belleza e inteligencia.
¡Y el humano tiene una inherente sed de mitología y misterios!
El mundo estará a nuestros pies el día que entendamos que podemos encarnar las figuras de Helena, Afrodita, Artemisa y Atenea.
Basta creerlo.